LOS PRINCIPIOS DEL TRABAJO INTERNO

Cuanto más intentemos ser felices solamente alejándonos de nuestro dolor y confusión yendo hacia aquello que nos encandila con promesas de felicidad, más poder tendrá ese “yo” temeroso que al mismo tiempo quiere ser valiente, pero no lo logra porque la energía emocional para esa valentía es el propio temor. La expresión virtuosa de la mente llega cuando la sobre identificación con el ego decrece y la vitalidad de la consciencia amorosa es mayor.

Un profundo trabajo interno también implica reconocer las “trampas” o “vías de servicio” que enmascaran nuestro dolor o desconcierto vital bajo la ilusión de un “buen practicante”. El auténtico trabajo interno en el budismo incomoda, desafía, irrita, pone en evidencia contradicciones porque el ego puede apropiarse ilícitamente de cualquier cosa para uso propio, incluso de la espiritualidad. Las enseñanzas budistas por un lado nos ayudan a relacionarnos compasiva y sabiamente con nosotros mismos, a aceptar el lugar donde nos encontramos y ensayar la posibilidad una y otra vez de auto regularnos restando impacto al fracaso tanto como al éxito.

Y por otro lado el método que descubrió el Buda fue la meditación. Descubrió que empeñarse en una lucha por obtener respuestas no surtía ningún efecto; solamente cuando cejaba en su empeño tenía momentos de profunda interioridad. Así fue descubriendo que dentro de él había un elemento de cordura, un despertar que se manifestaba cuando no había empeño. Así, el método de meditación que descubrió consiste en "dejar ser".